Séptimo
A Victor le sorprende que Yuuri lo invite a su casa ése viernes después de la escuela.
Aunque muchas veces en el pasado ha oído hablar al chico Katsuki del Onsen, francamente no se imagina cómo pueden ser unas aguas termales entre tanta modernidad actual. Así que, cediendo a su siempre vívida curiosidad, Victor acepta sin dudarlo dos veces aun cuando se sienta un poco culpable por abandonar a Makkachin durante un día completo.
Gracias a todas las ocupaciones extracurriculares que requieren mucho de su tiempo fuera del colegio, es hasta media semana cuando puede ordenar lo necesario para quedarse con Yuuri; cepillo de dientes, pijama, calcetines y teléfono celular. Conforme reúne todo aquello, comienza a preguntarse qué clase de personas pueden ser los padres del otro chico. ¿Serían amables tal como Yuuri? ¿Le recibirían con buen agrado o simplemente iban a tratarlo con fría cortesía, justo igual que los empleados a quienes prefería ignorar en su propia casa?
No lo sabe, y la gigantesca anticipación tampoco ayuda.
Sobra decir Victor no puede dormir gracias a tanta emoción, y Makkachin consigue notarlo también; mas intenta calmarlo al dejarlo acurrucarse con él justo igual a otras tantas veces cuando eran más pequeños. La mañana siguiente sólo es cuestión de tomar sus cosas, bajar, comer el desayuno y hacerle saber al ama de llaves lo qué hará una vez acabe sus obligaciones académicas. Al estar su padre siempre ocupado en asuntos muchísimo más importantes, hace años ha cedido autoridad casi total a esa mujer permitiéndole obrar según creyera necesario. A juicio de Victor, ella es bastante estricta pero atenta y, tras decirle va a pasar la noche con uno de sus mejores amigos dándole santo y seña, por supuesto, emprende el camino al colegio sin más.
Y siente que las horas discurren con extrema lentitud.
Tiene clases de Ciencia e Historia muy temprano, aun así, pese a jamás haberlo hecho antes porque sus estudios resultan ser en extremo importantes, esta vez le resulta imposible prestar atención a los temas. Sólo puede repasar una y otra vez cómo deberá comportarse, qué cosas decir, si acaso le agradará a los padres de Yuuri e inclusive si ellos no le creerán una mala influencia sólo por llevar el cabello largo.
Es así que cuando al fin se reúne con Yuuri tras finalizar el horario escolar, Victor es un reverendo manojo de nervios y ansiedad. Yuuri encuentra eso bastante divertido, sobre todo porque dice que sus padres son tan o menos inofensivos que Makkachin. Victor ignora si debe restarle importancia o no, aunque al final decide que mejor no.
—Tranquilo —pide Yuuri con una sonrisa—. Les he hablado mucho sobre ti; mamá está muy emocionada por conocerte.
—De acuerdo —contesta todavía inseguro.
A Victor le resulta difícil comprender las razones del por qué se siente tan desesperado por hacerles saber que era lo suficientemente bueno para seguir manteniendo una amistad con Yuuri. Quizá se deba es el único amigo de verdad que ha tenido; perderle acabaría devastándolo. Entonces así, entre charlas amenas y palabras conciliadoras, los dos terminan en Yutopia.
La cual es más hermosa de lo que Victor llegó a imaginarse jamás.
Todos los elementos clásicos japoneses que Victor tanto gusta observar, están presentes por todos lados, además es cálido y espacioso. Pero, definitivamente, lo mejor son los dueños.
Si antes Victor estaba muy, muy asustado de interactuar con la familia Katsuki, ahora todo ése temor injustificado se esfuma cuando Hiroko, la madre de Yuuri, le recibe con una calidez que consigue aturdirlo. Ella es una mujer sencilla y con un corazón gigantesco. Pese a no haberle visto jamás, se encarga de hacerlo sentir cómodo y a gusto, brindándole más amabilidad en una hora que la gente con la cual convive todos los días.
—¡Pero si eres más guapo de lo que pude haberme imaginado! —dice Hiroko, llevándose ambas manos a sus mejillas regordetas, haciéndolo sonrojar—. ¿Tienes hambre, cariño? Yuuri me comentó que jamás has comido Katsudon. ¡Es nuestra especialidad aquí! Tal vez la comida en Japón no sea igual a la Rusa, pero puedo asegurarte que te encantará.
Y lo hace. El Katsudon es la cosa más deliciosa que ha probado en toda su vida, y Victor cree podría volverse adicto desde aquel mismo instante. Pero no sólo a eso, sino también al ambiente que rodea todo el onsen. Toshiya, el padre de Yuuri, igual que su esposa se muestra encantado con su presencia porque durante la cena, Victor deja salir por accidente le gustan los deportes como el fútbol o béisbol, ante lo cual se enfrascan en una larga conversación sobre partidos y jugadores reconocidos.
—Yuuri es un buen chico —afirma Toshiya-. Pero sólo tiene ojos y oídos para el patinaje artístico. ¡Es genial tener con quien charlar sobre estas cosas, muchacho! —y le palmea suavemente la espalda.
Inclusive Mari, la hermana mayor de su mejor amigo, le saluda con amabilidad antes de marcharse un poco apresurada pues, al estudiar leyes en la Universidad local de Hasetsu, siempre se mantiene ocupada.
Y poco después, mientras reposa tranquilamente en las aguas termales, Victor encuentra muchísimas diferencias entre ése maravilloso ambiente donde Yuuri ha crecido los últimos doce años y el suyo propio. Siente un poco de envidia, por supuesto; Yuuri es afortunado al tener unos padres que lo aman sin importar nada. Si bien viven desahogados, tampoco parecen necesitar más.
El dinero o las comodidades no lo eran todo, Victor ya lo sabe por experiencia. Empero, aleja cualquier pensamiento malicioso de su cabeza y se alegra por formar parte del mundo al cual Yuuri pertenece.
Tras abandonar los baños, Victor se pone ropa para dormir y se dirige al dormitorio que compartirá con Yuuri ésa noche. Los dos pasan horas despiertos hablando sobre cosas sin importancia: videojuegos, películas y música.
Ambos conversan sobre las cosas que les gustaría hacer cuando fueran mayores, ante lo cual Victor sólo atina a responder una cosa: ser libre. Yuuri lo mira sin tener alguna mínima idea del por qué busca tanto abrir las alas y extender el vuelo, más el joven ruso únicamente contesta con una gran sonrisa indescifrable.
No, no importa si aún le resulta imposible cumplir con su objetivo de marcharse y jamás volver porque, mientras Yuuri este a su lado, Victor siente que es capaz de soportar cualquier prueba.
Porque son amigos, porque se apoyan y porque esperan siga siendo así muchos, muchos años más.
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