Noveno
Yuuko y Takeshi comienzan a salir cuando el otoño invade la ciudad.
A Victor no le causa ninguna sorpresa conforme Yuuri le cuenta toda la noticia una tarde, mientras pasean a Makkachin en la cada vez más fría playa de Hasetsu. Al travieso caniche no parece importarle demasiado aquel clima helado, porque solo tiene ojos y oídos para las gaviotas que revolotean en el cielo de color naranja tan propio del crepúsculo, ajenas a cualquier otra cosa.
Ellos, en cambio, caminan sin rumbo definido; miran las olas lamer la orilla dejando una estela húmeda allí dónde pasa. Y es en extremo agradable.
—¿Te lo puedes imaginar? —Yuuri no cabe en si mismo de la emoción—. Después de tanto y recién hasta ahora reconocen que se gustan; ¡pero si se les notaba a leguas!
Victor le regala una sonrisa repleta de comprensión.
—Quizá no estaban del todo seguros respecto a los sentimientos del otro, Yuuri —le hace ver—. Además, Nishigori tampoco es la amabilidad en persona, si me permites opinar —el muchacho suelta una carcajada, concediéndole razón.
—En realidad, Takeshi está enamorado de Yuuko desde quinto grado —revela como si fuese un secreto en extremo importante. Victor alza las cejas pues eso ha sido bastante tiempo—. ¡Makkachin! —llama, obteniendo al instante respuesta del can, quien corre a su encuentro sin pensárselo dos veces—. ¿Quién es un buen chico?
—Lo vas a mal acostumbrar —se queja Victor, pues su mejor amigo comienza a darle premios al cachorro.
—¡Pero si se los merece! —agrega, él únicamente pone los ojos en blanco con resignación.
De pronto el chico Katsuki se queda inusualmente callado al observar los colores del cielo vespertino que les acompañan. Victor mete las manos dentro de los bolsillos de su abrigo aun cuando lleva guantes; el clima comienza a enfriar, instándoles a ponerse ropa abrigadora. Empero, a sus dos acompañantes aquel aire no les disgusta, o no lo demuestran en realidad.
Y mientras observa a Yuuri convivir con Makkachin, Victor se pregunta qué cosa puede ser tan importante para ponerse a meditar al respecto justo en aquel instante. En ocasiones, a Victor le resulta difícil entender cómo es que funciona la mente del otro muchacho. Era como caminar en zig-zag todo el tiempo, pues al momento de tomar una dirección, Yuuri cambiaba imprevistamente el rumbo, haciéndolo retroceder. Y todavía no se acostumbra, por supuesto, pero lo intenta.
Y sabe también que si busca llegar a él, entonces necesita preguntar en voz alta; porque con Yuuri siempre ha sido así.
—¿Qué pasa? —dice con genuina curiosidad.
—Solo pensaba —la respuesta de Yuuri suena dudosa.
—¿Quieres contarme?
El japonés asiente no muy convencido, aun así prosigue:
—Ahora que Yuuko y Takeshi son pareja, es bastante obvio querrán pasar más tiempo juntos —Victor entiende su punto y asiente—. ¿También será igual cuando tengas novia? —dice sin mirarlo—. Digo, cualquier chica se molestaría por tener al mejor amigo de su novio inmiscuyéndose muy seguido.
A Victor le parece extraño el comentario, razón por la cual se coloca en cuclillas dispuesto a tener un mejor perspectiva del rostro ajeno. Yuuri luce mortalmente incómodo, seguro necesitó reunir gran valor para decirle esto: su expresión mortificada le delata.
—¿Y si eres tú? —los ojos avellana se dirigen a Victor impresionados, casi como si hubiese dicho algo imposible.
—No soy muy popular entre las chicas —declara lleno de vergüenza, distrayéndose con Makkachin.
—Te desestimas demasiado, Yuuri —vuelve a sonreír y el chico Katsuki, al final, también hace lo mismo.
—¿Siempre vamos a ser amigos? —pregunta con cierto temor—. Sin importar qué suceda entre nosotros en un futuro, intentaremos mantener nuestra amistad intacta: ¿no es así?
Victor se coloca un largo mechón de cabello tras la oreja, preparándose a hablar.
—No tienes por qué dudarlo. Cuando me necesites, yo voy a estar contigo en cada paso del camino. ¿Eso es suficiente para ti?
Yuuri toma su mano disponiéndose a entrelazar los dedos de ambos en un gentil apretón.
—Por ahora —es todo cuanto dice.
Tal declaración le deja más preguntas que respuestas, pero Victor no dice nada más pues su mascota se lanza sobre él buscando así un poco de atención. Y sí, en ocasiones Victor entiende poco o nada respecto al comportamiento de Yuuri, pero tampoco lo cambiaría pues eso lo volvía tan especial.
Y ese "por ahora" se reduce a sólo simples palabras.
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