Decimotercero

El fin de semana se aproxima con vertiginosa rapidez y hay un festival escolar en puerta, motivo por el cual los estudiantes no pueden hacer otra cosa más que correr entre los cada vez más abarrotados pasillos, mientras intentan agilizar cada preparativo aún pendiente. 

Por supuesto quieren hacerlo bien, todos esperan con grandes ansias vengan muchos asistentes a disfrutar la gran cantidad de atracciones planeadas, y la emoción flota en el aire incluso después de terminadas las clases. Para Victor es su primera experiencia en un Bunkai Sai[1], el cual encuentra maravilloso por la convivencia, el gran trabajo en equipo y la constante algarabía que gira torno a ello. Pero también resulta ser agotador; tantos deberes, tantas cosas aun por hacer terminan gradualmente con las fuerzas de cualquiera.

A semejantes alturas, la explanada principal del colegio se ha ocupado con un montón de puestos multicolores, estos más adelante serán usados para vender comida, refrescos u bien realizar juegos de azar con algunos premios como recompensa mayor. También ciertas aulas y el mismo gimnasio han sufrido ya radicales transformaciones. Las primeras acaban volviéndose restaurantes o cafeterías pequeñas, cuyos productos van a ser ofrecidos al público tal como un establecimiento comercial propiamente dicho lo haría. Aunque hay algunos que creyeron mejor idea representar un planetario o una rudimentaria casa embrujada. El segundo, así mismo, fue adaptado para obras de teatro y conciertos pequeños.

A Victor, por ejemplo, le han seleccionado para interpretar algunas melodías clásicas junto a otros dos chicos, cuyos instrumentos son el chelo y violín respectivamente. Por supuesto se siente un poco nervioso, jamás ha tocado el piano frente a tantas personas, empero Yuuri le asegura lo va a hacer fenomenal e incluso promete llevar consigo una cámara digital y tomarle tantas fotografías o vídeos como le sea posible.

Los padres de Yuuri estarán presentes también, cosa que lo entusiasma, pues Victor desea expresarle su más sincero agradecimiento a Hiroko por seguir preparándole un bento cada día sin fallar. Ellos han sido amables en todo momento con él y sería un desagradecido si no se los hace saber.

Y hablando de Yuuri, le resulta imposible obtener alguna oportunidad para verlo en toda la mañana; demasiadas cosas todavía los agobian por separado antes del festival. Victor intenta desligarse algunos minutos, sin embargo siempre llega alguien distinto pidiéndole colocar "x" o "y" cosa en sitios altos. Medir más que el promedio a veces tiene ciertas desventajas. Así, para cuando logra escaparse pasa ya del medio día y, tras comprar dos bebidas, se dirige al aula dónde Yuuri toma clases con regularidad.

Algunos de los compañeros de su mejor amigo le conocen bastante bien y sólo le dirigen saludos amigables en cuanto le ven pasar, las chicas, en cambio, son otro asunto. Victor tiene doce, todavía no presenta los cambios típicos tan comunes en la adolescencia, pero eso no significa que sea indiferente a todas esas constantes miradas que ellas suelen lanzarle cada tanto, con o sin Yuuri presente. Además, es imposible no escuchar cómo cuchichean entre sí, se sonrojan e incluso ríen emocionadas ante su sola presencia. Bueno, que sea modesto no le impide a Victor darse cuenta: es atractivo, o al menos lo suficiente para que las mujeres reaccionen positivamente a ello. Sin embargo, tampoco es como si le interesara mucho tal detalle, a decir verdad. Asistir a tantas reuniones sociales en tan poco tiempo le enseñó muchas cosas: que la gente en gran medida suele ser superficial casi todo el tiempo, por no decir siempre, ocultos tras máscaras y etiquetas. Victor tiene de sobra personas así a su alrededor, no necesita ampliar semejante repertorio indeseable, muchas gracias.

Sin perder más tiempo, Victor asoma tentativamente la cabeza al interior del aula, encontrándose con Yuuri en plena prueba de vestuario. El chico lleva puesto un frac típico de meseros, haciéndolo ver adorablemente encantador. Igual luce incómodo, cosa natural pues Yuuri siempre ha sido reservado en cuanto a su espacio personal se refiere, y tener a una chica verificando cualquier desperfecto mientras coloca distintos alfileres en algunas zonas, seguro le debe tener muerto de pena. Y le causa cierta gracia, en realidad. Pero Yuuri siempre es así: educado, tímido e introvertido.

Menos cuando patina.

Yuuri Katsuki es una amalgama increíble de tonalidades tan distintas entre si, pues al momento mismo en que toca el hielo todo en él cambia y nadie puede ser capaz de apartar los ojos. Desborda seguridad, pasión por la historia que intenta contarle al mundo entero y demuestra cuán duro ha necesitado trabajar para llegar ahí.

Yuuri es alguien único, posee un alma hermosa y está tan lleno de luz y todos esos sentimientos que Victor ha buscado tener a su completo alcance durante años de soledad obligada. Y ahora que lo ha encontrado, ahora que los dos pueden caminar juntos aunque sea por ese corto período de tiempo, no planea dejarlo ir. Fuera su padre o el planeta entero quien se opusiera, Victor iba a aferrarse a Yuuri sin importar qué.

Justo en aquel instante Yuuri le ubica a través del espejo, disponiéndose luego a sonreír con amabilidad y vergüenza en partes iguales. Por lo tanto, acercándose a la presidenta de la clase, Victor se dispone a solicitar un tiempo fuera para su mejor amigo.

—De hecho me alegra que vinieras, Nikiforov —espeta ella tras darle algunas instrucciones a otros dos chicos—. El muy terco no ha querido moverse de aquí hasta ver terminado el trabajo, pero como puedes apreciar nos será imposible sino hasta después de unas cuantas horas.

—¿Entonces puedo llevármelo sin problema?

—Sí, por supuesto; vayan a comer algo o lo que sea —dice sin prestarle mucha atención pues alguien imprimió mal el menú y debe arreglarlo por si misma.

Decidido a salir de su camino, Victor se acerca a Yuuri mientras este pasa las manos por la camisa de su disfraz tratando de eliminar arrugas invisibles, para después girarse y encararlo.

—Te ves bien —Yuuri se remueve incómodo antes de preguntarle si ya terminó sus propias ocupaciones—. La verdad me escapé —muestra las bebidas—. Pensé que te gustaría venir conmigo.

Yuuri acepta al instante y los dos abandonan las aulas dispuestos a buscar algún sitio tranquilo dónde puedan charlar. Al final creen buena idea dirigirse a la azotea pues nadie tendría interés en ir hasta allá con tanto alboroto. Una vez ahí, toman asiento y disfrutan las bebidas que Victor ha comprado, mientras se deleitan con el agradable silencio.

—Siento que pasó ya mucho tiempo desde la última vez que pudimos tener una conversación decente —bromea. Victor mira a su mejor amigo, quien se restriega los ojos en un claro gesto de cansancio.

—Hey —lo llama con suavidad—. ¿Estás bien? Últimamente me preocupa que tu cuerpo no soporte los regímenes tan arduos del entrenamiento.

Victor se preocupa, por supuesto que lo hace, Yuuri es lo más valioso que tiene y se ha prometido cuidarlo inclusive de si mismo de ser necesario.

—Lo sé, pero te prometo tener cuidado. Una vez termine la prueba de certificación, me tomaré toda una semana completa libre; podemos jugar en línea si quieres —agrega bastante animado.

—¿Prometido?

—Que me caiga un rayo si no —bromea.

Dándole una palmada en el hombro, Victor se dispone a levantarse con el propósito de admirar la parte inferior del colegio que ahora luce abarrotado por un montón de cosas que los próximos días necesitarán desmontar. Entonces distingue dos grupos que van cargando una larga red con pelotas dentro, mientras se encaminan hacia una pequeña bodega junto al costado izquierdo de la pista de atletismo.

—Oh, mira —señala Victor casualmente-: al final también añadirán juegos deportivos.

Aunque Yuuri busca el área que Victor le señala, entrecierra los ojos notablemente para alcanzar a distinguir las pequeñas figuras a distancia, luego se frota por segunda vez los ojos como si con ello fuera capaz de verlos con más nitidez.

—¿Yuuri?

—No es nada —le resta importancia—. ¿Vamos por algo de comer? Muero de hambre.

Victor frunce el ceño pero igual no dice nada—. Bien, ¿tienes algo en mente?

—Veamos que hay a disposición y decidimos, ¿sí? —comenta, y Victor se muestra conforme.

Quizá sólo ha sido su imaginación jugándole una mala pasada, o de eso intenta convencerse mientras bajan las escaleras con la intención de dirigirse hacia la cafetería. Porque si algo sucediera, Yuuri bajo ninguna circunstancia dudaría en hacérselo saber, ¿cierto? Así que empuja lejos aquel mal presentimiento decidiéndose a olvidarlo, pues si Yuuri dice que todo va bien, entonces así es.

Y Victor le creé.

Pero desafortunadamente ahí radica el problema. 

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[1]Es un festival escolar típico en Japón que se celebra el 3 de Noviembre en todos los colegios, desde jardín de niños hasta universidades. Se lleva a cabo durante todo un fin de semana, abarcando Viernes, Sábado y Domingo.


 

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