Decimocuarto

 Aunque el festival ha sido un éxito, Victor no se siente del todo feliz.

Desde un comienzo, ingenuamente creyó que podría pasar un buen rato en compañía de Yuuri tras concluir las tareas que les asignaron en sus respectivas aulas pero, por desgracia, se equivocó. 

Todo dio inicio cuando el recital de piano dónde fue propuesto a participar se lleva a cabo; hay mucha gente reunida ahí, Hiroko y Toshiya incluidos. Ellos han acudido a la demostración, pues Yuuri lleva hablando del tema durante días completos y quieren mostrarle su apoyo, cosa que agradece feliz porque le demuestran sus acciones son en verdad sinceras. 

Ya después les dirá con palabras cuán afortunado es por ello, pero justo cuando es turno de Victor para subir al escenario, alcanza a distinguir que su padre también está presente acompañado del director quien, solícito, le señala dónde se encuentra.

No debería sorprenderle tal hecho, pero lo hace de todas formas.

Michail ofrece donaciones cada tanto al colegio sólo porque Victor estudia ahí, motivo por el cual es normal invitar a un benefactor tan generoso al festival más importante del año.

¡Mierda! Poco a poco puede notar como un miedo irracional toma control sobre si mismo, impidiéndole actuar a voluntad, llevándose lejos sus ganas por salir porque bajo ninguna circunstancia quiere afrontar al mayor crítico en su vida. Casi de forma inconsciente, Victor busca a Yuuri en la multitud, encontrándole a sólo unas cuantas hileras de distancia. 

Él, por supuesto, nota sucede algo malo pues lo ve negar con evidente pánico en los ojos. Sin dudarlo dos veces, Yuuri se levanta ganándose algunos comentarios en desaprobación dispuesto a brindar ayuda, tomándole sólo algunos segundos llegar hasta él, pero a ésas alturas tiene los nervios destrozados y las extremidades no le responden tal como le gustaría. 

En pocas palabras no puede tocar nada en semejante condición. Porque tiene miedo, un miedo atroz le atenaza la boca del estómago ya cada cosa que Victor ha amado, su padre termina volviéndolo en contra suyo y así lograr doblegarle a su entera voluntad.

Se lo hace saber a Yuuri, pero éste lo consuela con suaves palabras, asegurándole necesita salir y demostrarle a cada espectador cuánto talento posee.

—No puedo —dice casi dejándose guiar por el pánico.

—Escúchame bien, Vitya —Yuuri lo toma de las manos en un toque gentil—: naciste con un don maravilloso —asegura—, nada ni nadie podrá quitarte eso jamás, ¿lo sabes verdad? —Victor desvía sus ojos azules en otra dirección aun reticente.

—¿Y si lo arruino? Tú sabes que él sólo busca cualquier pretexto con tal de hacerme miserable —argumenta.

—Entonces toca para mi —pide sorprendiéndolo—. Toca para mi justo como lo hiciste aquella vez, ¿te acuerdas? —sí, por supuesto que lo hace. Fue cuando le contó sobre su madre fallecida—. Puedes hacerlo porque yo confío en ti —Yuuri le brinda un ligero apretón cariñoso—; siempre voy a confiar en ti...

Sonriéndole, Victor al fin acepta y se dispone a confrontar al hombre a quien tanto miedo le profesa. Sus compañeros lo miran preocupados, aun así sólo les indica en silencio no hay ningún problema, ubicándose en el piano de cola que espera impasible. Victor abrirá dicha sesión con un solo que ha practicado durante semanas, se trata de una canción preciosa que encontró de casualidad mientras navegaba en Internet al buscar inspiración. 

Y curiosamente dicha melodía le recuerda mucho a Yuuri: las cosas que han sucedido entre ambos y todas las que les falta por vivir también. Entonces coloca sus dedos sobre las teclas, dedicándose a tocarla[1] centrándose lo mejor posible en ese chico maravilloso a quien le confiaría su vida entera sin considerarlo dos veces. 

Así, poco a poco le demuestra no sólo a su padre sino a cualquiera dispuesto a ver o escuchar, cuán feliz es haciendo esto, que luchará contra cualquier obstáculo si con ello puede seguir aferrándose a cada uno de sus sueños.

La siguiente hora discurre sin incidentes mayores y, para cuando terminan, una fuerte ovación de pie acompaña docenas de aplausos bien merecidos. Agradecidos con el público, Victor y los otros dos chicos realizan unas cuantas reverencias para luego despedirse dándole oportunidad a los demás de presentar otros programas. 

Totalmente aliviado, Victor ve que Yuuri se ha quedado justo en el mismo sitio dónde lo dejó y no duda en acudir a él para tomarlo entre sus brazos; Yuuri le imita aferrándose a él algunos minutos más, disfrutando del calor corporal del otro.

—Lo hice bien, ¿no es cierto? —pregunta con la emoción a flor de piel.

—Por supuesto que sí —murmura Yuuri contra su hombro. Pese a todo Victor sigue siendo un poco más alto—. Estoy tan orgulloso de ti, Vitya.

Victor suelta una carcajada húmeda, los ojos azules repletos de lágrimas sin emerger. Yuuri, su Yuuri está orgulloso de él y jamás nada lo hizo sentirse así de contento. Aunque no es ésa simple revelación lo que mueve los sentimientos de Victor a otro nivel muchísimo más profundo, no. 

El ruso todavía es joven, joven e inexperto en distintos temas y gracias a ello se demorará otros tres años más en ponerle nombre a esa maravillosa emoción que surgió en su interior ése día en particular.

Una que, para su total fortuna, le sería correspondida en un futuro cercano.


 

Capítulos

Comentarios