Decimoseptimo
Sin lugar a dudas, Victor ha recibido más amor y cariño en aquellas horas, que en cinco años "compartidos" con su padre.
Tras la visita al templo, arribar a Yuutopia les toma un poco más del tiempo estimado, aun así Hiroko los recibe con alegría, no sin antes aprisionar al adolescente ruso entre sus cálidos brazos mientras le desea un feliz cumpleaños número trece.
Victor, conmovido en gran medida debido al simple pero significativo acto, sólo atina a corresponderle tras esbozar una sonrisa gigantesca. Hiroko es única, pues no duda en brindar amor a manos llenas, importándole poco si sólo se trata del mejor amigo de su hijo pequeño.
—Déjame verte, cielo —solicita y se dispone a evaluarlo—. Luces bien...más que bien —a Victor le parece divertida tal afirmación porque ha permanecido recluido entre las paredes de una lujosa casona solitaria, no en la cárcel—. Yuuri nos contó que te fue imposible seguirnos visitando porque tu padre quería pasar más tiempo contigo —dice como si hablara de la situación más natural del mundo.
Lanzándole una sonrisa repleta de gratitud, Victor se da cuenta su amigo ha demostrado poseer una gigantesca cautela y firme sentido común al guardarse para si semejante información, enmascarado la problemática real con maestría. Cosa que aprueba. Si explicarle a Yuuri los problemas que necesita enfrentar contra Michail resultó ser una odisea, no quería imaginarse cómo sería con ella. Y preocuparla jamás era opción.
Así que asiente y fingiendo muy bien, hace como si no tuviera importancia.—Él suele ser muy estricto a veces —revela—. Pero me permitió venir aquí, eso es lo único importante ¿no? —ella asiente en conformidad.
Luego Hiroko presta atención al caniche sentado junto a ellos.
—Oh, así que tú eres Makkachin —saluda al can—. Yuuri me ha hablado mucho sobre ti — lo acaricia ganándose un ladrido amigable—. Bien, vamos todos dentro: preparé chocolate caliente —informó a los dos muchachos, quienes la siguieron gustosos al calor del hogar.
Victor deja a Makkachin entrar primero con la aprobación de su anfitriona, quien le segura no tener problema pues por esos días Yutopia se mantiene cerrada gracias a las fiestas. Es ahí cuando el ruso puede ver globos y serpentinas colgadas en todas partes, empero lo atribuye a Navidad. Mucha gente celebra de diferentes formas, de todos modos.
—Me agrada —murmura en voz alta sin querer. Por obvias razones es un contraste único al panorama en su propia casa.
—¿Verdad que sí? —Hiroko lo ha escuchado y entonces agrega—: Yuuri se pasó toda la mañana haciendo esto para tu fiesta, Vicchan —la naturalidad se oye impregnada en su voz, aunque no por ello se sorprende menos.
—¡Mamá! —el estridente grito de Yuuri a todas luces resulta ser una queja—. ¡Se supone que era sorpresa!
La mujer se detiene para encararlos con total arrepentimiento.
—Oh, pensé que le habías dicho—se disculpa—. Bueno, se iba a enterar de todos modos, cariño —hace ver y el mencionado únicamente suspira en total resignación.
Victor, quien solo puede atinar a mirarles a ambos como si repentinamente hubiera brincado a otra dimensión, se gira hasta dónde Yuuri se encuentra sólo tres pasos atrás, esperando así recibir respuestas. El joven Katsuki procura rehuir contacto visual, pero no piensa dejárselo tan fácil.
—¿Una fiesta de cumpleaños? ¿Para mí? —quiere saber. La voz apenas le sale gracias al nudo que se aprieta en su garganta.
El muchacho responde un "sí" amortiguado, actitud incómoda y ojos puestos en otra parte todavía. Victor, lleno de emoción, ni siquiera puede recordar la última vez que tuvo algo como esto, quizá cuando su madre vivía y no pasaba largas temporadas en cama debido al Cáncer que al final terminó llevándosela lejos para no volver jamás.
Victor no puede sentirse más contento ante la posibilidad; este será el primer cumpleaños luego del fallecimiento de su madre dónde compartiría con otras personas haber pasado un año más.
Pero no eran personas cualquiera, no. Se trataba de gente a quien le importaba en verdad, sin compromisos adicionales para ganarse la simpatía de Michail o algo parecido. Y el simple pensamiento lo llena de una dicha que apenas le cabe dentro del pecho.
¿Cómo puede ser que Yuuri sea capaz de llevarlo por una vorágine inmensa de sentimientos y emociones? ¿Cómo logra sorprenderlo a cada nueva oportunidad? No sabe, pero le fascina.
—Sé que dijiste no era necesario —titubea—, pero...
—Está bien —sonríe para tranquilizarlo—, ha sido muy amable de tu parte.
Hiroko, cuyo papel hasta ése momento se reduce a ser una simple espectadora, parece encantada con ambos.
—De acuerdo, ahora podemos hacer todo cuanto ustedes quieran hasta media tarde. Yuuri, como una sugerencia, creo que tu padre quería jugar Risk[1].
—Es porque Mari-nechan está aquí, ¿verdad? —concluye.
—¡Por supuesto! La última vez ella conquistó casi todos los continentes, Toshiya quiere ver si puede hacerse con una muy buena merecida revancha —el chico Katsuki comienza a explicarle se trata de un juego que ya es tradicional en su familia y, tras obtener un poco más de información, Victor se decide a participar también.
Así, el resto de la mañana todos proceden a reunirse dentro del vestíbulo principal del Onsen.
Por practicidad, han quitado las mesas que los clientes ocupan durante su estadía, para sentirse más cómodos. Si bien Victor nunca ha jugado Risk, Yuuri detalla las reglas y metodología del mismo dándole una idea. Según dice, primero necesita elegir la ubicación inicial de su armada pues, en conjunto con las otras, van a crear los escenarios para cada batalla que tendrán lugar más adelante.
Como son cinco jugadores, cada quien dispone de 25 ejércitos y, luego de elegir un color, se turnarán para tirar el dado tomando así posesión de un territorio en especial. Victor, obviamente, reclama Rusia.
Entonces, conforme avanza el ritmo del juego, Victor comienza a tomarle el truco pero, para cuando se dan cuenta, Mari y Toshiya –que dominan África y América del Norte– forman una alianza contra Victor y Yuuri, quienes tienen bajo custodia a Europa, Oceanía y América del Sur. Hiroko ha desistido hace varios turnos bajo la conquista "militar" de Yuuri, rindiéndose ante ello. Por obvias razones, Mari y Toshiya forjaron un equipo duro de roer, empero Victor y Yuuri no son excepción.
Al final quedan empatados ganándose así el respeto de Toshiya, quien sugiere mantener otra partida pero uno contra uno para salvar de ése modo su orgullo.
El joven de cabellera plateada accede sin dudar.
Un poco después, Hiroko les hace saber la comida está lista y todos se mueven con rumbo a la cocina dispuestos a degustar el delicioso Katsudon que ha preparado con gusto para ellos, haciéndole sentir a Victor como si formara parte de aquella pequeña pero feliz familia. Luego, sin esperárselo siquiera, Yuuri saca del frigorífico un hermoso pastel cubierto con fresas y la leyenda "feliz cumpleaños" justo encima. El ruso, nuevamente, se queda sin habla.
—Yuuri jamás ha cocinado absolutamente nada en toda su vida —le delata Toshiya con buen ánimo—. Pero se mostró tan decidido al pedir ayuda para hornear esta delicia, que bien valía la pena dejarlo intentar —el rostro de Yuuri es un poema y Mari comienza a reír—. Cabe resaltar que no incendió la cocina, eso ya es ganancia.
—¡Papá!
Pero Mari también va por ése mismo camino al decir:
—En verdad te quiere demasiado, ¿sabes? —comenta con cierto retintín y Victor se sonroja sin poderlo evitar.
Y, repentinamente, el joven ruso sospecha se ha perdido alguna clase de información importante, algo trascendental que aún se le escapa y todavía no termina por comprender.
—Oh por Dios: ¿tú también, Mari-nechan? —Yuuri se cubre el rostro con las manos casi como si quisiera desaparecer.
Gracias a los cielos Hiroko interviene salvando la situación.
—Bueno ya, tranquilos todos —los amonesta—. Vicchan —lo llama conforme va poniendo un montón de velas al pastel y las enciende—....pide un deseo.
Victor les observa a todos con infinita gratitud, los ojos llenos de lágrimas haciéndolos parecer todavía más azules de lo normal. ¿Qué más podría pedir? En verdad justo en ése instante su corazón tiembla de dicha y gozo, haciéndole creer nunca nada podrá reemplazar esto.
Y dirige toda posible atención a las velas encendidas que brillan cálidamente frente a él y, justo igual a cuando escribieron sobre las ema sus peticiones a futuro, se da cuenta su único deseo siempre ha sido y seguirá siendo permanecer junto a Yuuri.
Compartir a su lado más momentos como aquel no sólo ahora, sino también cuando lleguen a ser adultos.
Y, tras soplar las velas, se siente convencido de que puede volverse realidad.
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