Ligadura

Ritsuka gruñó entre dientes, una vez abandonó aquella habitación repleta de abogados y personas que no hicieron más que colmarle la paciencia. 

Por supuesto que, a tales instancias, tenía un dolor de cabeza descomunal y todo lo que quería era irse a descansar unas cuantas horas a su nueva residencia provisional. La mañana transcurrió lenta entre reuniones interminables, discursos y papeleo cuyo contenido ya ni siquiera podía recordar con exactitud. 

A falta de un representante legal apropiado, Haruki ofreció la asistencia del suyo mientras Ritsuka ponía en orden su situación financiera, la cual cabía destacar, pasaría de ser crítica a completamente desahogada en cuestión de unas cuantas semanas gracias al trato que le ofrecieron. 

Apoyándose contra la puerta cerrada, se llevó una mano al rostro en inequívoca señal de cansancio. 

A diferencia de lo que creyó al inicio, unirse a Given se convirtió en una tarea complicada. Con tal de que cada uno de los ejecutivos en la disquera estuvieran de acuerdo en aceptar su nuevo rol en la banda, le pidieron cumplir muchísimas condiciones que debía seguir al pie de la letra. 

Primero que nada firmó un contrato de confidencialidad: en este se comprometía a no divulgar información referente a ninguno de sus nuevos compañeros, ni los proyectos en los que participaría a partir de entonces. Luego estipularon una cláusula limitante de permanencia: esto significaba que Ritsuka no era un miembro de Given como tal. Si por algún motivo las cosas no funcionaban, protegerían sus intereses y prescindirían de sus servicios en el lapso mínimo de un año. 

Y por último, aunque no menos importante, por motivos obvios debían producir un sencillo que les permitiera integrarse al mercado nuevamente en el lapso pactado. 

Tal petitoria lo puso nervioso. Tocar canciones ya existentes era muy distinto a componerlas; Ritsuka jamás hizo algo parecido e ignoraba si lograría brindarles apoyo en ese sentido. 

Además, Take le advirtió que algunas personas dentro de la disquera no se mostraron felices con su presencia, y el detalle se volvió bastante obvio pues incluso propusieron no incluirlo en la propaganda de más alcance, ya que de ese modo evitarían confundir a los fanáticos. Aun así, con el apoyo de Haruki, Akihiko y Mafuyu –a quien todavía no conocía oficialmente– se llegó a un acuerdo donde sería presentado ante la prensa con el papel de suplente temporal. 

Si aquellos pomposos esnobs creyeron que iba a ofenderse por ello, se equivocaron. Y tal vez sonaría muy calculador, no obstante, el dinero era la única razón por la cual aceptó trabajar con ellos; la cantidad que recibiría era cuantiosa y le ayudaría a subsistir dignamente de ahora en adelante. 

Ya no encontraba sentido ir a la universidad, así que otra de sus metas consistía en abrir una tienda de música, y hacerse de un negocio propio le brindaría mayor estabilidad si lograba administrarlo bien. Así que quedarse un año, seis meses o menos daba igual. 

En resumidas cuentas, todos sus problemas se resolverían y era lo único que le importaba. 

Asimismo, de ese modo tampoco tendría que dar demasiadas explicaciones a quienes lo conocían. Ueki e Itaya, los cuales de momento eran los más cercanos a él, se mostraron sorprendidos e interesados tras contarles que por fin logró encontrar un empleo apropiado que le permitiría comenzar de nuevo. Ellos se alegraron, por supuesto, pero también hicieron preguntas que Ritsuka no tenía autorización de responder con sinceridad; gracias a ello se limitó a asegurarles que todo era legal y, eventualmente, les hablaría al respecto. 

—¿Seguro que estarás bien por tu cuenta? —Ueki le preguntó al acompañarlo hasta la salida. 

—Por supuesto. Mi nuevo puesto viene con prestaciones muy generosas, así que pierde cuidado. 

—Entendemos que te han condicionado a no divulgar información, aun así, trata de ser prudente — Itaya le recomendó palmeándole la espalda—. E intenta no desaparecer de nuevo, ¿de acuerdo? 

—Lo prometo —Ritsuka sonrió—. Gracias por su hospitalidad. 

—Siempre serás bienvenido en nuestro hogar, Ueechi. 

—Se los agradezco, chicos. 

Uenoyama exhaló un largo suspiro al apoyarse contra una de las paredes del pasillo donde salió a tomar aire, luego de recordar la breve conversación con sus amigos. Ya sin deseos de tratar con más contratos, abogados, cláusulas y palabrería legal que solo le confundía, pidió salir unos cuantos minutos. 

Sospechó que si se quedaba ahí lo encontrarían sin dificultad, por lo tanto se dedicó a buscar las escaleras de emergencia del edificio; desde sus años en preparatoria aprendió que ese tipo de lugares resultaban muy convenientes, sobre todo si se deseaba tomar siestas ligeras por cortos períodos sin interrupciones. 

Quizá eso le ayudaría a despejarse y, con ello, posiblemente mitigaría un poco el horrible dolor de cabeza que comenzaba a aumentar en intensidad. El breve trayecto le pareció usual, sin nadie que se interpusiera en su camino porque gracias al cielo aún era un perfecto desconocido sin relevancia. Así que tras abrir la puerta del acceso a las escaleras, esperó encontrarlo desierto, pero se dio cuenta de que a alguien más se le ocurrió lo mismo que a él. 

Y al reconocer de quién se trataba, Ritsuka concluyó que en definitiva estaba destinado a conocer a sus compañeros de banda de los modos más inusuales que se hubiera podido imaginar; porque ahí, recostado en uno de los descansos de la escalinata, se hallaba ni más ni menos que Mafuyu Sato, el vocalista de Given. A pesar de que Ue vio el rostro de Mafuyu en posters, pancartas e Internet varias veces, debía reconocer que hacerlo en persona era algo totalmente distinto. 

Le pareció...raro. 

No en el mal sentido, solo le sorprendió un poco porque el cantante yacía recostado sobre el suelo justo tal cual si se encontrara en la comodidad de su propia casa, mientras sostenía entre sus brazos una Gibson roja, cuyas cuerdas rotas y oxidadas le brindaban un cruel aspecto de abandono. Parecía dormir y Ritsuka se preguntó cómo rayos una estrella de rock podía permitirse ese tipo de libertades sin temor a ser descubierto por algún reportero amarillista. 

Nunca lo sabría. 

Frotándose la nuca con desgana, optó por emprender la retirada cuanto antes. Sin embargo, de un modo extraño el otro hombre pareció notar su presencia puesto que comenzó a despertar poco a poco, y al ser los únicos ahí le miró con sus ojos claros de un modo tan directo que por un segundo lo hizo sentir incómodo. 

Ue no era la clase de persona que se intimidara con facilidad ante otros y, aun así, retrocedió preguntándose qué debería hacer a continuación. No obstante, a final de cuentas fue Mafuyu quien reaccionó primero. 

Incorporándose con la guitarra entre sus brazos, procedió a deslizarse a un lado dejándole vía libre en caso de que decidiera pasar o sentarse; a juicio de Ritsuka hubiese sido muy grosero de su parte ignorarlo, más aún porque dentro de poco trabajarían juntos y se verían seguido. Así que, con las manos en los bolsillos de los jeans, procedió a subir hasta tomar asiento junto a él. 

Un silencio bastante singular se suscitó entre ambos, al no ser nada más que dos completos extraños compartiendo un mismo espacio por mera casualidad. Luego, contra todo pronóstico, Mafuyu se giró en su dirección con la clara intención de observarle e inclinó la cabeza en un gesto ambiguo. 

—¿Y tú quién eres? —preguntó al usar un tono monótono difícil de interpretar. 

—Pues...—dudó un segundo—. Uenoyama —dijo sin más rodeos. 

Bueno, no le extrañaba tal actitud. Ellos nunca se encontraron antes y resultaba natural que Sato no relacionara su rostro con el nuevo integrante del grupo, así que animándose a decir algo más, justo se disponía a presentarse cuando la puerta se abrió con un notorio sonido metálico interrumpiéndolos. Segundos después entró una chica bonita, vestida de forma ejecutiva, cuyo rostro preocupado le dio a entender que algo le causaba mucha ansiedad. 

—Mafuyu —Lo llamó ella aliviada—, aquí estás. Dios mío, no puedes seguir haciéndome esto; va a terminar dándome un infarto. 

—Lo siento —murmuró al aferrarse a la guitarra tal cual si fuese alguna especie de salvavidas. 

—Debemos regresar —La joven de pronto reparó en su presencia e hizo un asentimiento educado, Ritsuka en cambio, frunció el ceño sin entender nada—. Uenoyama, también usted, por favor. 

Si bien jamás la vio antes, Ritsuka supuso que debía formar parte del equipo de Given y por eso estaba enterada sobre su reciente participación. Entonces se puso en pie, aunque no por el hecho de que se lo hubiesen pedido, sino porque iba a darles espacio para que discutieran sus propios asuntos en privado. 

Y conforme volvía donde se encontraban los demás, la mente de Ritsuka comenzó a trabajar a toda velocidad convirtiendo su dolor de cabeza en una auténtica migraña. Cierto que podía ser despistado en múltiples sentidos, pero tampoco se consideraba un idiota: él había visto esa Gibson antes, era demasiado llamativa y durante mucho tiempo se usó como marca personal del integrante que Given perdió un año atrás. 

Esa guitarra roja perteneció a Yoshida, quien a su vez fue pareja sentimental de Sato hasta el día de su muerte. Y al recordar el rostro afligido del cantante, de pronto tuvo un presentimiento que no le gustó en absoluto. 

Su instinto le decía que algo importante se acercaba. 

Aun así, Ritsuka no tenía idea de qué rayos era o cuál sería el alcance que tendría en su vida; pues a partir de ese instante y sin apenas darse cuenta, todo cuanto lo rodeaba comenzaría a moverse a gran velocidad. 



Capítulos 

Comentarios