Disonante

Con la telecaster al hombro, Ritsuka se detuvo frente a la puerta del estudio donde lo esperaban todos los integrantes de la banda con el fin de darle inicio a su primera reunión oficial como tal.

Según Haruki le comentó vía telefónica, en esa ocasión le pidió a Take y a Jun mantenerse al margen, pues era un espacio que necesitaban con el único propósito de integrarse antes de siquiera comenzar a trabajar en la creación del próximo sencillo.

Y no hubiese constituido un problema como tal, de no ser porque estaba terriblemente nervioso. Si bien haría realidad uno de sus más grandes sueños, todavía le causaba conflicto pensar si lograría rendir al nivel que todos esperaban.

La parte racional de su mente le aconsejó no dejarse llevar por el pánico; ahora era parte del equipo y los apoyaría todo cuanto hiciera falta incluso si algo excedía sus habilidades actuales.

A decir verdad, parte de ser músico consistía en aprender multitud de cosas sobre la marcha. Ritsuka era autodidacta y ajustarse se le daba bastante bien. Sin embargo, relacionarse con otras personas todavía le costaba, más aun tratándose en el arte de la comunicación.

En realidad, sus habilidades sociales no estaban muy bien desarrolladas, pues rara vez las utilizó más allá de lo necesario antes de unirse a Given.

Y le quedó claro esa última semana.

Ritsuka no se consideraba un modelo de revista. Tenía buena autoestima, pero jamás alardeaba sobre ello, y muchas veces pasaba inadvertido el hecho de que podría resultarle atractivo a hombres y a mujeres por igual.

Tampoco creía que su apariencia era algo sobre lo cual debía prestar especial atención, exceptuando, claro, la higiene personal convencional. Sin embargo, de un instante a otro lo sometieron a un cambio de imagen con la finalidad de "venderlo" a los fans, porque como le explicaron antes, el éxito de una banda dependía enteramente de su popularidad.

Se debían al público porque sin ellos no eran nada.

Así que, poniéndose en manos de un estilista profesional, le hicieron un nuevo corte que se acoplara con su nuevo aspecto de chico rudo, dándole la creciente sospecha de que lo estaban tratando igual que a un perro callejero. Aun si, en hechos simples, podría decirse que la comparación era bastante aproximada.

También le asignaron un guardarropa con atuendos que no tenía ni la más remota idea sobre cómo combinar. Por fortuna, la asistente a cargo insistió en que podía disponer de ellos como quisiera, ya que todos modos, si acudía a algún evento oficial alguien más se encargaría de elegir algo apropiado.

Asimismo, le impusieron asistir al gimnasio todos los días; ejercitarse en compañía de sus compañeros era elección propia.

A juicio de Ritsuka, si bien se trató de un cambio positivo, resultó un poco abrumador porque nunca necesitó preocuparse por seguir una rutina establecida. Ni hablar sobre una agenda. No obstante, era mil veces mejor que terminar durmiendo bajo algún puente por quedarse sin empleo.

Riéndose un poco de sus propias circunstancias, más relajado se decidió a entrar: Haruki, Akihiko y Mafuyu ya estaban ahí, por supuesto. Pese a ello, la atmósfera entre ellos era tensa.

Demasiado. A decir verdad, Ue pocas veces tuvo la suficiente sensibilidad que le permitiera leer el ambiente entre las personas, aun así, de algún modo se dio cuenta que algo no parecía ir nada bien. Mafuyu yacía sentado sobre el suelo con una expresión difícil de interpreta. Haruki, en cambio, parecía al borde de un ataque nervioso, mientras que Aki tenía toda la pinta de haber actuado como mediador hasta el segundo exacto en que Ritsuka los interrumpió sin querer.

Reparando en su presencia, Akihiko lució aliviado y agradecido en partes iguales por la milagrosa intervención.

—Ue —saludó con más ímpetu del normal, aligerado el ambiente—. Bienvenido.

—Hey —Por inercia, los ojos azules de Ritsuka se dirigieron a Mafuyu, quien mantuvo su atención en el suelo tal cual si lo encontrara muy entretenido—. Perdón, creo que llegué en mal momento.

—No. Nada eso, hombre —Haru le restó importancia mostrándose tranquilo—. ¿Preparado?

—Claro —dijo a manera de confirmación positiva.

—¡Bien! Siendo así, me parece que lo más recomendable ahora será charlar —Akihiko sugirió tras tomar asiento junto a Mafuyu, quien se rodeó las rodillas con ambos brazos.

Acompañándolos, Ritsuka encontró curioso el inmenso contraste de personalidades del cantante que tenía frente a él, y a quien vio actuar en múltiples vídeos o conciertos a través de YouTube.

Este Mafuyu lucía pequeño, solitario e incluso tan distante que le costó trabajo creer que pudiera pararse ante miles de personas para liderar un concierto durante varias horas seguidas. A Ritsuka le daba dolor de estómago imaginar que pronto viviría una experiencia tan sublime y aterradora al mismo tiempo.

—De acuerdo —aceptó, tras colocar su guitarra junto a otro estuche cerrado en la pared cercana a ellos.

—¿Qué les parece si primero conversamos un poco sobre nosotros? De esa manera tendremos la oportunidad de conocerte mejor y viceversa.

—Es una gran idea —Akihiko coincidió. 

Tal cual imaginó, el primero en hablar fue Aki. Este le contó el origen de la banda, cómo ascendieron poco a poco y que acoplar todo a sus responsabilidades académicas se convirtió en un auténtico reto.

Después de graduarse se tituló en música cesionista; además sabía tocar el bajo, violín, un poco el piano y, por supuesto, la batería. Haruki, entre tanto, tenía una especialidad en interpretación musical, hablaba dos idiomas y aprendió a tocar el bajo desde temprana edad.

También compartieron algunos gustos personales como comidas favoritas, deportes o actividades cotidianas. De los tres, Mafuyu fue el último en aportar algo: intentó ser breve al contar que dejó sus estudios universitarios por temas personales, luego cambió de tema al añadir que le gustaba dormir y comer hamburguesas.

Cuando llegó el turno de Ritsuka, se sintió avergonzado porque él solo consiguió terminar la preparatoria antes de comenzar a vivir por cuenta propia, sin otro logro mayor que compartir o del cual sentirse orgulloso.

No obstante, los chicos fueron amables, alentándolo a cursar una carrera cuando se presentara la oportunidad, pues nunca era tarde si se deseaba seguir estudiando e idear un plan de apoyo a futuro.

Con el afán de empaparlo más en su proceso creativo, Akihiko llevó consigo una caja repleta de discos compactos que le sugirió escuchar, pues le permitirían familiarizarse con cada una de sus canciones por si alguna vez lo necesitaban.

Y Ritsuka aceptó porque tal vez era un desastre como persona, pero musicalmente hablando tenía una excelente capacidad de adaptación e integración.

Haruki, amable, le recomendó aprenderlas poco a poco, ya que tendrían tiempo antes de comenzar a trabajar en el nuevo proyecto.

—Nos han pedido elaborar un nuevo sencillo —meditó Aki tras colocarse una mano bajo la barbilla—. Quizá fue bueno que te uniera tan rápido a la banda, de ese modo no te será complicado adaptarte. Nosotros, en cambio, deberemos aprender a salir de nuestra zona de confort.

—Por la composición, ¿verdad? —Ritsuka preguntó interesado.

Mafuyu, que hasta entonces se mantuvo en silencio tal cual si formará parte del mobiliario, se removió inquieto.

—Sí —Haruki reconoció apenado—. Como ya sabes, Yuki era el encargado de esa parte —contó tras dirigirle una mirada de preocupación al vocalista—. Nos recomendaron contratar un compositor externo, pero sinceramente no nos convence.

—La base de nuestro éxito se ha sustentado en nuestras propias creaciones. Por eso estamos convencidos de que, si cambiamos eso, no será lo mismo.

—Nunca he hecho una canción desde cero —Ritsuka frunció el ceño.

—Tranquilo, no queremos imponerte tal responsabilidad —Haruki le comentó—. Sin embargo, trabajar en equipo será de vital importancia.

Ritsuka asintió a manera de confirmación positiva; les quedaba un largo camino por recorrer.

Así pues, el resto del día lo dedicaron a enseñarle el resto del estudio, indicándole los horarios y compromisos que debían cumplir, entre ellos una rueda de prensa donde lo presentarían como miembro tentativo durante ese año.

Ue sabía que el momento de enfrentar a los medios llegaría tarde o temprano, aun así, no significaba que fuese menos intimidante. Solo esperaba no hacer el ridículo frente a las cámaras.

Poco después de las seis la reunión terminó y Uenoyama aprendió un montón en cuestión de horas.

—Acompáñame a beber, Haru —pidió Aki con una sonrisa.

Mafuyu ni siquiera les prestó atención mientras tomaba el otro estuche de guitarra ubicado junto a la telecaster. Haruki, preocupado ante tal hecho, se acercó a él en un último esfuerzo por hacerle recapacitar.

—Mafuyu —deteniéndose, este le obsequió una mirada interrogativa—. La guitarra de Yuki…

El pesado silencio del inicio volvió a caer sobre ellos en cuestión de segundos. Ritsuka, repentinamente abrumado porque le pareció que sobraba en la conversación, no necesitó sumar dos más dos para confirmar sus sospechas: tuvo razón al suponer que la guitarra perteneció a Yoshida en vida. Mafuyu no dijo nada, aun así, su expresión hablaba por sí misma, lo cual no sabía si era peor.

—Olvídalo —Akihiko previno el inminente desastre, tras dejarle caer un brazo sobre los hombros a Haru sin demasiada delicadeza—. Hay espacio suficiente aquí; si quieres traerla no hay problema.

—¡No me refería a eso! —Haru le propinó un codazo a Aki, en un vano intento por quitárselo de encima.

—Sí, anda: vamos hermano mayor. También te invitaré a cenar.

A regañadientes, Haruki fue conducido fuera de la habitación conforme Akihiko se negaba a escuchar excusas, pues alegó que tenía hambre y le resultaba difícil pensar con el estómago vacío.

—¿Ah? —Ritsuka balbuceó ante tan hilarante escena.

—Usualmente son así —Mafuyu agregó en tono suave, tranquilizándolo—. Pronto te acostumbrarás a ellos; son buenas personas —aseguró tras ajustarse las correas del estuche de la Gibson bajo los brazos—. Tú también deberías irte.

Dirigiéndose rumbo a la salida, Mafuyu procedió a marcharse también pues no le encontraba sentido a quedarse a nada más. Aun así, Ritsuka tuvo el repentino impulso de hablar con él.

Quizá se debía a que era el único miembro con quien se sentía incómodo, y si iban a trabajar los próximos doce meses juntos, lo mejor sería comenzar a limar asperezas. En caso contrario, bueno, al menos podría alegar que intentó hacer las cosas bien sin resultados positivos posteriores.

—Te será imposible usarla así, ¿sabes? —dijo tropezando con sus propias palabras—. Tiene las cuerdas rotas.

Sorprendido, Mafuyu se giró y lo miró de un modo extraño e indescifrable.

—Lo sé —reconoció apenado.

—¿Has intentado reemplazarlas por tu cuenta?

—Me da miedo arruinarla.

Ritsuka encontró lógico tal razonamiento. Cuando rompió una cuerda por primera vez, en verdad creyó que no tendría arreglo, pero con el tiempo aprendió que era normal y solo era cuestión cambiarla si se deseaba volver a tocarla otra vez.

—No es tan complicado como parece —El rostro Mafuyu se iluminó. 

—¿Puedes arreglarla? —quiso saber interesado, acercándose a él. 

—Por supuesto —Ritsuka cambió su peso de un pie al otro—. Aunque…no sé si sea correcto de mi parte.

Los hombros de Mafuyu se hundieron gracias a la decepción. Además de ello, su rostro reflejó una tristeza tan grande por recibir una respuesta negativa, que Ritsuka se sintió como una horrible persona por darle esperanzas e iniciar el tema de conversación con algo que claramente era campo minado.

Ue sabía que, de ser otras las circunstancias, le hubiera respondido algo diferente: a fin de cuentas, cambiar las cuerdas de una guitarra no era el maldito fin del mundo.

Y sin embargo…

—Con un demonio —refunfuñó exasperado—. De acuerdo, dame eso. Joder... 

Debería considerar muy seriamente adiestrarse en relaciones públicas.

Así pues, ambos se sentaron en el suelo tal cual lo hicieron al inicio de la reunión con Haru y Aki. Solo así Mafuyu le entregó la Gibson, mas no sin cierta duda.

Por fortuna Uenoyama llevaba consigo los elementos necesarios con los cuales darle mantenimiento a su telecaster, así que del bolsillo delantero del estuche sacó unas pinzas, una pequeña toalla de microfibra y las cuerdas de repuesto.

Mafuyu observó impresionado la forma en que Ritsuka comenzó a trabajar, tomando el instrumento entre sus manos tal cual si se tratara de algo muy valioso. Ciertamente una Gibson profesional no cualquiera podría costearla, no obstante, iba más allá de eso. Era como si tuviera especial cuidado en manipularla, con una reverencia que le resultó extraña e inentendible.

Sin perder tiempo, Uenoyama procedió a quitar las cuerdas oxidadas cortándolas despacio, luego frotó la microfibra sobre el diapasón, pastillas y puente eliminando cualquier rastro de suciedad u óxido. Acto seguido, giró las clavijas cerciorándose que funcionaban bien, y pasó a colocar las cuerdas nuevas.

Estas se tensaron poco a poco conforme Ritsuka seguía ajustándolas sin afinarlas por completo.

Mafuyu, fascinado ante el proceso, intentó acercar su mano cuando Ritsuka hubo terminado.

—Un segundo —Lo detuvo con el ceño fruncido—. Me doy cuenta que eres un completo novato en esto.

—Pues sí —Mafuyu aceptó sin ápice de vergüenza—. Se supone que yo canto.

—Claro —gruñó mortificado. 

Con la Gibson sobre el regazo, Ritsuka tocó de “Mi” a “Mi”, asegurándose de que todo estuviera en orden; luego eligió un acorde al azar y rasgueó. Para Mafuyu, escuchar una vez más el firme sonido de la guitarra implicó recibir un golpe extraño, el cual vino acompañado por una sensación indescriptible que le caló hondo.

Creyó que le daría tristeza, o decepción, quizá hasta desagrado. Y resultó ser que no. Antes bien tuvo la inmensa necesidad de hacer justamente lo mismo y comenzar a entender aquel lenguaje del cual siempre se sintió excluido contra su voluntad.

Así que, sin pensarlo un segundo, se abalanzó sobre Ritsuka tomándolo por la chaqueta que llevaba puesta. El intempestivo movimiento lo sacó de balance, obligándolo a echarse atrás para no caerse, y ambos se miraron frente a frente, por primera vez. 

—¡Enséñame! —pidió sin soltarlo. 

—¿Qué?

—Enséñame a tocarla —pidió con mayor énfasis—. ¡Por favor!

Con las ideas hechas un desastre, Ritsuka no respondió: solo atinó a contemplar aquellos ojos claros con sorpresa e incredulidad, ya que si bien ninguno lo supo nunca, ese simple acorde fue el responsable de marcar el rumbo que los dos creyeron perdido tiempo atrás...y al cual jamás imaginaron que regresarían de nuevo.

Y esta vez para quedarse. 



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