Decimonoveno

 Victor arribó al Ice Castle con la respiración agitada y el corazón latiéndole apresurado dentro del pecho.

En cuanto atravesó las puerta y  vio al chico Katsuki, pudo darse cuenta los nervios estaban haciendo mella en él tras concluir su calentamiento básico, aun cuando todos los ahí presentes –incluida Minako, una estricta maestra de ballet sobre quien Victor sabía gracias a fotografías o comentarios regulares– intentaban brindarle ánimo con el cual salir adelante, pues aquella prueba sólo representaba un primer escalón a seguir para lograr alcanzar su más grande y anhelado sueño. 

Pero, lejos de tranquilizarlo, a semejantes alturas Yuuri sólo se limitaba a asentir cada vez más ansioso, motivo por el cual Victor solicitó hablar con él cinco minutos a solas.

Gracias a la intervención de Hiroko, ambos pudieron gozar del pequeño lapso requerido. El muchacho de ojos avellanas ya se encontraba dentro del área dónde llevaría a cabo su examen, pero lucía pálido, demasiado aterrorizado cabría decir.

—Creo que voy a vomitar —dijo inclinándose contra el muro de contención.

—Bueno, ése si sería un espectáculo digno de verse —Yuuri emitió un gemido casi lastimero dándole a entender no era gracioso—. Todo saldrá bien, zolotse —aseguró al darle un apretón cariñoso en ambas manos, pasando a llevar las continuas miradas poco discretas de Minako—. La música que elegimos juntos es perfecta; confía en mí, vas a hacerlo fenomenal —Yuuri se aferró a él como si fuera un salvavidas.

—Es bastante curioso, ¿sabes? —río sin poder evitarlo y Victor le contempló sin entender—. Si esto fuera una competencia real, en los minutos previos a la presentación el entrenador hace exactamente esto: darle seguridad y confianza a su pupilo.

El ruso también sonrió.

—Entonces vamos a imaginarlo —ofreció al retirarle un mechón rebelde del rostro—. Además, te he visto realizar la rutina tantas veces que casi creo sabermela ya de memoria —Yuuri volvió a reír con aquel sonido hermoso que Victor tanto adoraba—. ¿Listo? —quiso saber y el otro respondió con un firme "sí"—. Ve ahí y demuéstrale a ése tipo cuán valioso eres. Confío en ti, Yuuri. Tú puedes.

—Eso es todo cuanto necesitaba escuchar, Vitya.

Con estas últimas palabras, Yuuri se dirigió al centro de la pista dispuesto a dar lo mejor, olvidándo cada duda e inseguridad.

—Me impresionas —escuchó a alguien decirle. Cuando se giró, vio a Minako ubicándose junto a él con gesto relajado y actitud serena, casi desinteresada pero un tanto hostil—. Si supongo bien, tú debes ser Victor Nikiforov, ¿cierto? —este corroboró tal deducción al hacer una ligera reverencia tal como se acostumbraba en Japón—. Yuuri no ha parado de hablar sobre ti los últimos meses —soltó sin miramientos, ocasionándole un pequeño sonrojo—. Ahora veo por qué.

—¿Disculpe?

—Conozco a Yuuri desde que prácticamente era un mocoso llorón y asustado de todo —reveló de manera casual, casi como si hablara del clima cosa que sorprendió al ruso, pues un tema no tenía relación con el otro—. Pero jamás vi a nadie influenciarlo del modo en que tú lo haces —y  agregó—. Mira, no se cuánto llevan ustedes dos siendo amigos o algo más, pero si lo lastimas me veré obligada a intervenir. ¿Queda claro? —Victor movió su cabeza aún sin comprender por qué rayos lo amenazaba.

—¡Minako-sempai! Ya basta por favor —Hiroko la interrumpió entonces, casi ofendida—. Vicchan jamás haría algo malo contra mi Yuuri —le defendió—. Antes al contrario, ellos se ayudan mutuamente —la aludida resopló cual niña pequeña ante los regaños de su madre—. Disculpala, cariño; suele ser bastante más aprensiva que yo cuando se trata de Yuuri.

—Tranquila, no me ha ofendido ni nada parecido.

En un gesto sumamente maternal, Hiroko entrelazó sus dedos con los de Victor para después prestar atención al frente dónde Yuuri ya se disponía a dar inicio. El joven Katsuki se inclinó algunos centímetros apoyando casi todo el peso sobre la pierna izquierda, su mano derecha en cambio acabó posicionándose en el hombro contrario, mientras esperaba la música comenzara a sonar. 

Pronto las notas de un piano fueron emitidas por los altavoces[1], brindándole una indicación silenciosa y sólo hasta entonces elevó uno de sus brazos en un movimiento clásico de ballet, girando después sobre si mismo con gran delicadeza y tomar así velocidad conforme se deslizaba por toda la extensión del rink. El tema que Yuuri patinaba, Victor mismo se había encargado de interpretarlo pues las versiones que encontró en línea poco le gustaron. 

Tardó casi dos semanas completas para dejarlo según creyó conveniente, sin embargo, al ver los favorables resultados pudo darse cuenta fue una excelente decisión.

No por nada Chopin[2] era uno de sus compositores favoritos.

Gracias a los cielos, la primera parte resultó ir bastante bien pues no hubo caídas o errores técnicos graves, o al menos eso explicó Minako con gran conocimiento acerca del tema. 

Victor apenas sabía parte del vocabulario, empero justo en ése momento Yuuri patinaba hacia atrás ganando cada vez más aceleración dispuesto a buscar su primer salto y, sin poderlo evitar, contuvo el aliento al verlo posicionarse como correspondía, ejercer el impulso hasta ganar altura propicia, rotar según lo requerido y, posteriormente aterrizar manteniendo un equilibrio impecable. 

Toe Loop, Axcel o lo que fuera, había salido perfecto y se permitió dejar escapar una exclamación en su idioma natal, emocionado. Si continuaba con ése ritmo acabaría impresionando de sobra al evaluador.

Porque ahí, a juicio de Victor Nikiforov, sin lugar a dudas estaba ocurriendo algo mágico e inexplicable. Con cada movimiento, Yuuri creaba música con su cuerpo aun sin apenas darse cuenta y resultaba inspirador verlo pues la pasión bullía a borbotones del joven Katsuki, brindándole a Victor una emoción tan única que, bajo ninguna circunstancia querría dejar de mirarlo jamás. 

Yuuri poseía un don hermoso, él había nacido únicamente con ése propósito y se sintió en verdad afortunado por acompañarlo en la realización de aquel ideal marcado a fuego en su destino ya que, aun contra todos esos temores aquejándolo, todas esas dudas e inquietudes pasadas, Yuuri le demostraba con  cada nuevo día compartido que estaba hecho para crear historia.

Una historia repleta de inagotables éxitos futuros.

Conforme se aproximaba el final, Yuuri efectuó algunas piruetas bajas antes de arrodillarse contra la superficie congelada, ambas manos al frente como si tratara de alcanzar algo muy lejano, concluyendo así satisfactoriamente la rutina. 

Por supuesto los únicos cuatro espectadores comenzaron a felicitarlo a distancia. ÁMinako gritándole, sin pena ni recato, era por mucho una de las mejores presentaciones que le había visto hacer a la fecha. No obstante, les resultó imposible decir algo más porque solicitaron charlar con Yuuri en cuanto abandonó la pista. Toshiya, junto al entrenador que supervisó el desempeño del chico hasta entonces, lo acompañó también pero Victor, resignándose a esperar, se removió inquieto sin disimularlo un ápice.

—Va a lograrlo —Hiroko le tranquilizó con dulzura—. Sé que así será...

Aunque se hallaban lejos, para ninguno fue difícil adivinar lo evidente. Yuuri, de un segundo a otro, se cubrió el rostro con ambas manos tras emitir un grito ahogado, Toshiya en cambio tenía una expresión por demás sorprendida y el entrenador se dispuso a estrechar la mano del otro hombre mostrándose agradecido. 

Haciendo uso de su estatura privilegiada, Victor se puso en puntillas creyendo lograría ver muchísimo mejor y, justo en ése instante, contempló a Yuuri recibir la chaqueta que lo convertía en un miembro oficial del equipo Japonés de Patinaje Artístico sobre Hielo.

Toshiya abrazó a su retoño con evidente orgullo, palmeándole la espalda; en cambio, el ahora patinador profesional sólo parecía tener fuerzas para llorar.

—¡Lo consiguió! —Victor le dijo a una Hiroko totalmente incrédula.

Hasta Minako soltó un par de palabrotas expresando así su júbilo.

Yuuri, junto a Toshiya mantuvieron otra conversación con el representante de la ISU, pero tras veinte minutos este procedió a retirarse y, tanto padre como hijo, casi corrieron hasta dónde ellos se encontraban. Los Katsuki, obviamente, mostraron su eterno agradecimiento al entrenador quien, educadamente, prefirió dejarles a solas para que celebraran semejante triunfo de forma más cómoda. 

Yuuri, por supuesto, apenas cabía en si mismo de tanta felicidad. Victor nunca olvidaría ése momento sin importar cuántos años pudieran transcurrir; la sonrisa de su mejor amigo quedaría grabada cual hierro en su memoria para siempre.

—Gracias —dijo sin aliento—. Gracias a todos por estar conmigo —les hizo saber tras atrapar a sus padres en un abrazo rompe huesos al cual Minako se unió sin preguntar, Victor por otro lado se quedó a una distancia prudencial.

Era un momento familiar después de todo.

—Ven aquí, Vicchan —Hiroko le instó a acercarse también—. Eres parte de nosotros desde hace mucho, cielo —sin dudar, el ruso acortó distancias e, inmediatamente, lo envolvieron con aquel cálido amor que desde tanto tiempo atrás añoraba.

Pudiera ser que Victor perteneciera a los Nikiforov por sangre, sin embargo, en espíritu llevaba tatuado  a profundidad el apellido Katsuki con todas las letras.

Y a sus trece años, ninguna otra cosa podría haberlo hecho más dichosamente afortunado.


*** 

[1]Chopin, Nocturne 20 in C sharp minor. Esta es la canción con la cual Yuuri intentará ganarse su certificación.

[2]Fryderyk Franciszek Chopin fue un compositor y virtuoso pianista polaco, considerado como uno de los más importantes de la historia y uno de los mayores representantes del Romanticismo musical.


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