Con variazioni
Ritsuka consultó su reloj y se dio cuenta que todavía le quedaban diez minutos antes de la hora pactada. Perfecto. Le parecía bien si se presentaba antes ya que detestaba llegar tarde; era del tipo de persona sumamente puntual, tanto que quienes le conocían lo comparaban con un reloj suizo, pues jamás se retrasaba a menos que se tratara de algún motivo de fuerza mayor.
Deteniéndose a una cuadra del sitio donde le pidieron acudir, Ritsuka se preguntó por enésima vez si no era muy irresponsable de su parte –o increíblemente estúpido– haberse arriesgado a acudir a un lugar que no conocía en absoluto solo por curiosidad.
Después de regresar a casa de sus amigos, evitó tratar el tema con ellos y más tarde revisó por segunda ocasión la pequeña tarjeta que aquel extraño le dio. ¿Por qué tanto misterio? ¿Cuál sería la razón oculta detrás de aquello? Al día siguiente, justo después de que Ueki e Itaya salieran a atender sus propias ocupaciones, no pudo evitar seguir dándole vueltas al asunto y decidió llamar.
Resultó ser que el número era privado y pertenecía al gerente del club; lo curioso fue que no pareció extrañarle que un desconocido se pusiera en contacto, antes bien le dio a entender que esperaba algo así. Este le explicó sin andarse con rodeos que lo escuchó tocar y le interesaba ofrecerle un empleo como suplente en una de las bandas que tenían contrato con ellos. Tomando en consideración que le urgía encontrar una nueva fuente de ingresos, aunado al hecho de que podría tocar la guitarra, no lo dudó.
¿Qué tenía que perder?
El club se encontraba en el centro de la ciudad en un sector altamente popular entre adolescentes y universitarios. Estaba cerrado al público, pues las bandas usualmente se presentaban por las noches; así pues, dirigiéndose a la entrada del local se encontró con un empleado, quien le preguntó si tenía alguna tarjeta de presentación.
Mostrándosela, pronto lo guiaron por un pasillo adyacente lejos del escenario hasta que le pidieron esperar en una pequeña habitación sin muebles más allá de una silla y una mesa de aspecto sencillo.
Turbado, comenzó a considerar que cometió un error, y estuvo a punto de largarse cuando, poco después, la puerta se abrió dándole paso a un hombre rubio que intercambió unas cuantas palabras con otra persona antes de entrar por completo.
A Ritsuka le tomó una fracción de segundo reconocerlo y, obviamente, la impresión lo dejó sin palabras porque se trataba ni más ni menos que de Haruki Nakayama, el bajista de la famosa banda Given. Impactado a niveles alarmantes, Uenoyama permaneció sentado en su lugar rígido, incapaz de moverse o pestañear. ¡Se encontraba frente a una celebridad! ¿Acaso los planetas se habían alineado o algo similar? ¿Cuántas posibilidades existían de encontrarse con una figura pública tan conocida de buenas a primeras? Ninguna, concluyó aturdido.
Sintiéndose pequeño e insignificante, se removió en la silla.
Si el otro músico notó o no su gigantesca consternación, evitó mencionarlo. Antes bien, solo se limitó a esbozar una sonrisa amable antes de tomar asiento frente a él.
—Me alegra tanto que te pusieras en contacto —mencionó con educación, aun cuando Ritsuka seguía atónito y dudaba que su mente pudiera funcionar con normalidad a partir de entones—. Verás, mi nombre es...
—Lo sé —interrumpió con voz ahogada.
—Y soy...
—Si, también sé eso —Ritsuka se propinó un golpe imaginario ante sus estúpidas respuestas.
¡Tenía enfrente a uno de los mejores bajistas de todo Japón, cielo santo! Y lo único que se le ocurría decir era una sarta de tonterías. Quería que la tierra se abriera y y se lo tragarla ahí mismo.
—¿Eres fan de nuestra música? —quiso saber en pos a disolver un poco la tensión.
—Supongo —Luego se frotó la nuca en un gesto de nerviosismo—. Disculpe si sueno rudo, pero, ¿por qué rayos está usted aquí? —preguntó—. ¿Se trata de alguna broma o algo parecido?
—En absoluto —Haruki movió las manos en un claro intento por sacarlo del error—. Lamento tanto misterio al hacerte venir: en realidad no me quedó otro remedio. Hubiese sido riesgoso acercarme a ti directamente en aquella plaza pública.
—¡¿Entonces usted era el sujeto extraño que siempre iba a verme tocar?! —concluyó exaltado.
El otro se llevó un mechón de cabello tras la oreja y omitió un suspiro.
—En efecto —reveló al fin—. Era preciso ocultarme o me habrían descubierto —Haruki se justificó.
—Sigo sin comprender —Ritsuka se apoyó sobre la mesa con el afán de aferrarse a algo sólido y mantener los pies sobre la tierra—. Cuando llamé al número en la tarjeta, me explicaron que tenían un puesto disponible de suplente en este lugar.
—Sí, bueno, en parte es cierto —Le concedió razón—: este club es mío y por fortuna casi nadie lo sabe. Imaginé que sería más cómodo si tratábamos el tema en un sitio neutral —Uenoyama entornó los ojos en un signo de confusión.
—¿Por qué no vamos directo al punto?
—Creo que será lo mejor —coincidió—. Lo del empleo es genuino, aunque siendo honesto, no desempeñarías tus funciones justamente aquí. ¿Alguna vez has tocado de manera profesional?
—No realmente...
—¿Te gustaría tratar? —La pregunta le cayó igual que un balde de agua fría.
Un segundo: ¿se refería justo a lo que imaginaba?
No, Ritsuka no podría tener tanta suerte; ni volviendo a nacer una oportunidad de tal magnitud le sería otorgada de buenas a primeras. ¿Quién en su sano juicio querría que un guitarrista callejero sin reputación, ni contactos o experiencia real dentro del mundo de la música participara en cualquiera de sus proyectos dentro de las grandes ligas? Nadie. La industria era sumamente hermética y estricta, jamás permitirían algo así, menos tratándose de un don nadie como él. ¡Sonaba ridículo e inverosímil en partes iguales!
—Ah, ya veo —Ue pareció llegar a una conclusión lógica lejos del entendimiento de Haruki—. Se trata de uno de esos programas que se transmiten en vivo, ¿verdad? ¿Tienen cámaras ocultas?
—¿Qué? ¡Por supuesto que no! —Pese a que Haru negó tal sospecha, Ritsuka igual se dio a la tarea a inspeccionar el sitio con la esperanza de encontrar alguna—. Solo estamos tú y yo aquí dentro.
Quedándose quieto, Ritsu al fin desistió de buscar algo que claramente no tenía ningún sentido.
—¿Qué quiere de mí?
Resignado, Uenoyama volvió a sentarse luciendo tal cual si alguien le hubiese explicado que la tierra era plana y solo él ignoraba tan importante pieza de información. Conteniendo el impulso de emitir una blasfemia, se mordió la lengua en pos a las buenas formas: iba a darle un síncope de seguir así.
—Primero me gustaría saber tu nombre —pidió amablemente.
—Ah...Uenoyama Ritsuka.
—Es un placer conocerte, Uenoyama —Haruki se mostró más calmado—. Quisiera plantearte una propuesta luego de escucharte tocar durante la última semana; tienes una habilidad sorprendente y la manera en que entiendes la música es asombrosa.
—Gracias, creo...
—Imagino que conoces la situación por la cual está pasando Given en estos momentos —No se trataba de una pregunta, ambos lo sabían—. Y quizá está de más explicar cuanta falta nos hace un guitarrista.
Ritsuka se quedó sin habla.
—¿Eh? —atinó a decir.
Repentinamente su cabeza trabajó a toda velocidad, conectando los puntos que antes le parecían tan confusos e inverosímiles. ¿Cómo no iba a saberlo? La noticia sobre el suicidio de Yuki Yoshida estuvo en televisión y redes sociales durante semanas; a pesar de las pocas declaraciones emitidas por los miembros que aún conformaban la banda, la opinión pública aseguraba que Given se separaría, pues de poco o nada les serviría haberse tomado un año sabático tratando de retrasar lo inevitable.
Y aunque se especulaba sobre la idea de un reemplazo, los fans no se mostraron en absoluto convencidos.
De pronto aquella situación le pareció risible además de hilarante. ¿Él, unirse a una banda famosa? ¿Él, un perfecto desconocido de entre muchos otros guitarristas talentosos que tenía a disposición cualquier agencia decente del país? Si, claro.
—Señor Nakayama —Ritsu se animó a expresar su opinión con voz temblorosa—. No me imagino qué le motivó a ofrecerme esto, aun así, dudo mucho que funcione. Soy un don nadie —E hizo especial énfasis en ello—. En verdad lamento lo que ocurrió con Yoshida, pero si buscan publicidad, existen muchas otras maneras…
Ahora fue el turno de Haruki de sorprenderse.
—¿No te da ni un poco de curiosidad al menos?
—Bueno, soy un tipo desempleado que toca en la calle por dinero —Le recordó irónico—. ¿Usted qué cree?
—Suena absurdo, ¿no?
—Demasiado —Ritsuka murmuró mortificado.
—Aún así no has respondido mi pregunta.
—Pues...no sé porqué me da la impresión de que usted es el único interesado en esta locura —Vaya, era bastante listo, Haruki reflexionó.
—Escucha, entiendo que es muy repentino y cualquiera en tu lugar creería lo mismo —Haruki de negó a recibir otra respuesta negativa—. ¿Qué te parece si te sometemos a una audición? Cada uno de los prospectos que hemos considerado han hecho lo mismo; si logras impresionar al resto del equipo por tu propia cuenta, estás dentro.
Ritsuka frunció los labios en una mueca de indecisión. Sin embargo, no alcanzó a responder nada porque por segunda vez la puerta volvió a abrirse, y Akihiko Kaji también se unió a la reunión. ¿Qué mierda? ¿En serio cada uno de los integrantes de Given estaban ahí? Uenoyama creyó que eran demasiadas cosas para digerirlas en un solo día. Gruñó por lo bajo ante la sensación de que pronto lidiaría con una migraña de proporciones mayúsculas.
—Hola —saludó casual, en un acto muy normal y cotidiano—. Lamento la tardanza; debí perder a algunos reporteros mientras me dirigía hacia acá. ¿Es él, Haru?
—Sí, su nombre es Uenoyama Ritsuka.
—Un gusto conocerte, hombre —El aludido apenas y reaccionó—. ¿Ya aceptó?
—Pues...
Ante la duda, Akihiko los observó a ambos con detenimiento e inmediatamente comprendió que los resultados de la charla no eran buenos. Sabía cuán sensato y persuasivo podía ser Haruki, aun así, no culpaba al pobre chico por ser escéptico y actuar a la defensiva ante la propuesta. Desde cualquier perspectiva, sonaba como un disparate.
—Debo suponer que Haruki ya se encargó de contarte la situación —Ritsuka asintió—. No preguntaré qué opinas al respecto porque puedo verlo escrito en todo tu rostro. Aun así, ¿qué te parece si lo consideras por unos días? Basados en nuestra propia experiencia, sabemos cuán abrumador es tomar una decisión de semejante calibre.
—¿En serio?
—¡Por supuesto! —E ignoró el tono de sospecha del otro—. Cuando te sientas listo o hayas pensado algo concreto, ven aquí otra vez. E independientemente de lo que elijas, sabremos respetarlo.
Si bien Haruki trató de protestar, Akihiko le propinó un ligero apretón en el muslo derecho por debajo de la mesa a manera de contención.
—Gracias.
Abrumado, Ritsuka tomó su guitarra y procedió a marcharse de inmediato. Al darles la espalda, Haruki le hizo señas inconformes a su novio, el cual intentó tranquilizarlo del mismo modo pues guiándose por los comentarios y algunos pocos vídeos tomados a escondidas por Haru sobre el guitarrista, hizo una última jugada.
—Tienes talento, Uenoyama —Akihiko comentó antes de que saliera—. Seguir desperdiciándolo en las calles sería una verdadera lástima.
Deteniéndose al instante, los ojos azules de Ritsuka lo miraron con fiereza: sin embargo, en lugar de ofenderse, solo atino a agitar su mano a manera de despedida.
—¿Acaso te volviste loco? —El reproche de Haruki vino acompañado por un manotazo poco amable una vez se quedaron a solas—. ¿Por qué rayos lo dejaste ir así nada más? ¡Lo necesitamos!
—¿Quieres tranquilizarte? Volverá.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Lo sé —dijo acariciándole el cabello con cariño—. Confía en mí.
Haruki suspiró. Akihiko siempre tuvo una excelente intuición en cuanto a las personas respectaba: solo le rogaba al cielo que esta vez no hubiese cometido un error.
En caso contrario...Given pasaría a ser historia.
Comentarios
Publicar un comentario