Asterius

 

 



Hace mucho, mucho tiempo, en un pueblo antiguo de lo que en nuestro mundo ahora se conoce como Japón, vivía un niño huérfano llamado Ryuuji. Sin padres ni un lugar al cual pertenecer, sus días pasaban entre la penumbra de la soledad y la incertidumbre.

Al no tener amigos ni a nadie cercano, Ryuuji no era otra cosa que un alma errante sin un propósito, en medio de un mundo que parecía haberle dado la espalda. En su afán de encontrar consuelo y pertenencia, vagaba por los campos y los pequeños pueblos cercanos, con la esperanza de encontrar algo que le diera sentido a su existencia.

Una noche, mientras el viento susurraba y la luna brillaba en lo alto del firmamento, Ryuuji vio que un destello deslumbrante iluminaba el cielo nocturno. Intrigado por lo ocurrido, a pesar del miedo, Ryuuji se adentró en el bosque para descubrir de dónde provenía aquel extraño resplandor.

Después de caminar un rato, entre la oscuridad y la maleza encontró a un joven envuelto en un cálido halo dorado que alejaba las sombras a su alrededor. Fascinado, Ryuuji se dio cuenta de que era un niño un poco más joven que él, llenándolo de curiosidad y asombro. Temeroso pero decidido, se acercó en busca de respuestas.

—¿Quién eres tú? —preguntó Ryuuji, su voz temblorosa por la emoción de encontrarse con algo tan extraordinario.

Si bien tuvo dudas al principio, el extraño muchacho se presentó como Lior: una estrella que cayó del firmamento por accidente durante su primera misión en el reino estelar. 

Sus ojos brillaban con un esplendor que trascendía lo terrenal, y su presencia irradiaba una serenidad que caló hondo en el corazón de Ryuuji, quien hasta entonces solo conocía la frialdad de sus semejantes.

Lior le contó que necesitaba regresar a casa, al reino estelar, pero estaba atrapado sin los medios para hacerlo.

Fascinado por la historia de Lior y la perspectiva de tener un amigo, Ryuuji ofreció su ayuda sin dudarlo. Por primera vez en su vida, sentía que tenía una razón de existir: y esa era la de acompañar a Lior en su viaje de regreso.

Sin embargo, si quería volver a su hogar, Lior explicó que era necesario cruzar el Puente Celestial: un lugar sagrado que conectaba todos los mundos con el cielo. Y antes de llegar al Puente, sería necesario superar una serie de retos que pondrían a prueba su valentía, su ingenio y, sobre todo, su nueva amistad.

La primera prueba los llevó a adentrarse en un bosque encantado: donde los árboles retorcidos parecían susurrar secretos ancestrales y las tinieblas cobraban vida propia. Cada paso que daban era como entrar en una tierra de fantasía, donde la realidad se mezclaba con la magia.

Siguiendo los consejos de Lior, Ryuuji fue valiente al guiarlos a través del laberinto de árboles enredados y trampas ocultas. Los sonidos del bosque se convirtieron en una sinfonía de misteriosas melodías, y las criaturas que habitaban ahí los observaban con mayor curiosidad.

Y aunque al principio hicieron muchas travesuras con tal de que no siguieran adelante, pronto descubrieron que Ryuuji y Lior no eran intrusos, sino viajeros en busca de un destino compartido.

Con cada paso, las criaturas salieron de sus escondites, ofreciendo ayuda a medida que avanzaban entre árboles que cambiaban de forma, arroyos que fluían en dirección contraria y destellos de luz que parpadeaban en el horizonte; cada paso era una aventura en sí misma, un cambio entre lo conocido y lo desconocido.

Pero Ryuuji y Lior se mantuvieron firmes, confiando en su amistad y en la promesa del destino que les aguardaba al final del viaje.

Así pues, luego de lo que pareció una eternidad, llegaron al borde del bosque, donde el sol se filtraba entre las hojas y el aire fresco del exterior los acarició con su suave brisa. Las criaturas del bosque los despidieron con cantos y flores perfumadas, deseándoles buena suerte en su camino.

La siguiente prueba los condujo a un río hechizado, el cual se extendía ante ello con tonalidades brillantes y relucientes. Las aguas, igual que seda, brillaban en claros tonos de azul, verde y púrpura. Y las burbujas gigantes que flotaban en la superficie bailaban al ritmo de una canción silenciosa, invitándolos a unirse.

Con una mezcla de emoción y coraje, Ryuuji y Lior se lanzaron al río, dejándose llevar por la corriente tumultuosa mientras reían y gritaban de alegría. El recorrido fue una experiencia sin igual: un torbellino de emociones que los sumergió en algo parecido a un sueño.

A su alrededor, peces de diferentes tamaños nadaban entre las burbujas: sus cuerpos eran un espectáculo de colores y formas. Poco a poco el río se estrechó, y las corrientes se volvieron más turbulentas. 

Pero Ryuuji y Lior se aferraron el uno al otro, confiados en que lograrían alcanzar la orilla. Y una vez ahí, no solo sintieron el corazón lleno de gratitud, sino también el alma: las cuales rebosaban de alegría por haber superado un reto más.

Tras dejar atrás el bosque y el río, Ryuuji y Lior se encontraron ante la prueba más imponente hasta el momento: la montaña que albergaba el Puente Celestial. Esta se erguía majestuosa, con picos cubiertos de nieve y escarpados acantilados que se alzaban más allá de las nubes.

Sin embargo, antes de que pudieran llegar al pie de la montaña, se toparon con algo inesperado: un monstruo gigantesco que custodiaba la entrada. ¡El monstruo era una criatura horrible! Con garras afiladas y colmillos amenazantes.

Al principio, el monstruo los asustó muchísimo. Ryuuji y Lior, temerosos, intentaron persuadirlo con tal de que les permitiera pasar, pero el guardián se negaba. Estaba de mal humor. ¡Y al instante Lior se dio cuenta del por qué! ¡El guardián tenía una fea espina clavada en su pata izquierda!

Al inicio, la presencia del monstruo provocó mucho miedo en Ryuuji y Lior. Con temor, ambos intentaron razonar con él, tratando de convencerlo para que les permitiera avanzar. Pero el guardián se mostraba inflexible en su negativa. 

Su mal humor era evidente, y en un instante, Lior comprendió la razón detrás de su actitud: ¡una espina desagradable se había incrustado en la pata izquierda del guardián, causándole un dolor horrible! 

Ante esta revelación, la situación tomó un giro inesperado, ofreciéndoles una oportunidad. 

Dispuestos a demostrar que serían capaces de cruzar el Puente Celestial, Ryuuji y Lior no solo le quitaron la espina, sino también le compartieron las flores del bosque como un gesto de gratitud y respeto. Las flores, símbolos de la belleza y la fragilidad de la vida, representaban la conexión entre el mundo terrenal y el reino estelar: una unión de lo que había sido y lo que estaba por venir.

Una vez obtuvieron el permiso del guardián, Ryuu y Lior ya estaban más que preparados para cruzar hacia el reino estelar.

En la cima de la montaña, el Puente Celestial se alzaba en lo alto, con arcos que brillaban como el oro y pilares que tocaban las nubes. Su superficie, decorada con dibujos de estrellas y flores multicolores, muy parecidos a un arcoiris. 

¡Era igual a caminar sobre un pedazo de cielo!

En un gesto de profunda generosidad, Lior ofreció a Ryuuji la oportunidad de acompañarlo en su regreso al reino estelar, pues sabía que no tenía familia ni un lugar al cual volver.

La propuesta de Lior llenó a Ryuuji de una emoción indescriptible, y aceptó de inmediato. Tomados de la mano, Ryuuji y Lior avanzaron con paso firme sobre el Puente, ascendiendo hacia el firmamento. El camino se extendía majestuoso ante ellos, y una sensación de asombro los envolvió, y el mundo a su alrededor se disolvió en una neblina de irrealidad.

Las estrellas brillaban con una intensidad deslumbrante sobre sus cabezas, guiándolos a un destino lleno de promesas.

En ese momento, Ryuuji y Lior comprendieron que estaban atravesando más que un simple puente físico; cruzaban el umbral entre dos mundos, uniendo el pasado con el futuro en un acto que pasaría a la historia. Y juntos enfrentarían lo que fuera les deparara el futuro, listos para descubrir las maravillas que aguardaban más allá del universo.

Y en el firmamento se transformaron en hermosas estrellas luminosas. Ryuuji tomó el nombre de Estel, y junto a Lior, formaron la constelación Asterius: una guía para los niños perdidos y una inspiración para los soñadores.

Su historia se convirtió en una leyenda que perduró a través de las eras, recordando a todos aquellos que la escuchaban que incluso en los momentos más oscuros, la amistad y la esperanza pueden brillar con una luz eterna.

Y así, en lo más alto del cielo, Estel y Lior, guían el camino de aquellos que buscan encontrar su lugar en el universo.


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